Los mosquitos eligen a sus víctimas en función de la
cantidad de dióxido de carbono (CO2) que emiten al respirar y no, como afirma
la creencia popular, por la “dulzura” de la sangre, según revelaba un estudio
publicado recientemente en Nature.
Un ser humano produce cada día aproximadamente un kilogramo
de CO2, y cada vez que exhala -unas 13 veces por minuto- emite más de cien
miligramos de este gas. Los mosquitos detectan una corriente con pulsaciones de
CO2, de la que deducen que detrás hay “sangre fresca” para chupar. El dióxido
de carbono emitido al respirar es mayor en los adultos que en los niños, y su
cantidad varía en función de la dieta y del ejercicio físico que se sigan.
De hecho, entomólogos de la Universidad de Florida (EE UU)
han desarrollado trampas para estos insectos que emiten dióxido de carbono como
lo haría una persona o un animal.
El ácido lactico que emitimos al respirar o a través del
sudor también atrae a estos insectos. Las personas más altas y las mujeres
embarazadas emiten más ácido láctico y CO2, por lo que son “blancos” perfectos
de los mosquitos. Las personas que acaban de hacer ejercicio físico intenso
también resultan muy atractivas para los insectos.
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